Desde la casa, a media hora paseando en dirección a Mélida se llega al Monasterio de La Oliva. Hay un camino al borde de la carretera -separado de ella- habilitado desde hace unos años; gracias a esta mejora es posible recorrer los 2’5 km que separan el pueblo del monasterio, con total comodidad y seguridad.
Dice la leyenda que su nombre viene de un rey navarro que luchando contra los árabes, resultó herido y fue a morir a los pies de un acebuche (olivo silvestre). En ese lugar se fundó el monasterio que, tras siglos de esplendor en la Edad Media, sufrió la guerra de la independencia contra los franceses y el abandono con la Desamortización. En el s. XX se recuperó, y en 1927 volvió a restablecerse la vida monástica cisterciense. Actualmente viven en él unos 25 monjes siguiendo el ora et labora; hay varios horarios de liturgia diaria, en los que los monjes cantan en lengua vernácula.
La Oliva es una de las muestras más destacadas del románico navarro; aparte de la fachada destacan la sala capitular y el precioso claustro gótico. Si quieres ver todo esto en imágenes a 360º puedes pinchar aquí. Para información más detallada sobre el aspecto monumental, consulta la web Arquivoltas.com.
La entrada al monumento cuesta 2’5€; hay también una tienda donde comprar vinos (de producción propia) y souvenirs, aseos y jardín exterior.
Os dejamos para terminar estas vistas de pájaro, que incluso podéis disfrutar en directo si os decidís a probar los vuelos en parapente (paratrike, en realidad) que os contamos en esta otra entrada del blog:
Nota: si no tenéis intención de volar pero sí de tener una perspectiva global aproximada desde arriba, encontraréis desde la entrada al claustro desde el exterior (no desde la iglesia) una maqueta del conjunto monumental; interesante también para mostrar a niños, por ejemplo. (Foto: V. Garcheva – Google Local Guide)
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